Yo (al igual que la Maricarmen), tengo un sin fin de recuerdos,
también de una variada gama de intensidades.
Pero quiero destacar uno muy especial, que simboliza muy
bien la capacidad que tenía el colegio (como mundo), de revertir
y suavizar cosas y situaciones que originalmente podían ser
negativas y transformarlas en positivas.
Recuerdo una mañana de lunes un poco fresca ya (era otoño – Abril)
y yo entraba por esa gran puerta de fierro. Iba triste, ya que
mi papá había muerto el miércoles anterior y ahora volvía a clases.
Iba nerviosa también, porque me incomodaba un poco la reacción
de mis compañeros y como (desde siempre) era un poquito
orgullosa, no quería que me manifestaran lástima.
Iba con mi único hermano muy chiquitito (5 años), de la mano, ya que
iba a Kinder . A pesar de sus cortos años, él se dio cuenta de la
situación y con su manito gordita y chiquita, apretó la mía (lo hemos
conversado ahora que es un hombre de 38 años y se acuerda).
Bueno, llegué a la sala y sentí las miradas y el silencio.
Pero antes de reaccionar, ya tenía encima millones de abrazos, besos,
algunas lágrimas, muchas palabras lindas y claro ...... nada de lástima.
En ese momento supe que todo estaba bien, que la vida continuaba y
que tenía muchos motivos para ser feliz a la brevedad.
Todos manifestaron algo a su personal manera, es decir hasta en ese
momento cada uno se mostró como realmente era. Pero las intensidades
eran todas equivalentes.
En ese momento fueron un gran salvavidas para mí, hicieron mi pena mucho
más llevadera y agilizaron todo el proceso.
Gracias a todos por eso y por estar en mis recuerdos y en mi vida.
Paz Veronica Verdejo
lunes, 5 de noviembre de 2007
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